La alimentación debe ser administrada de manera proporcionada y equilibrada de acuerdo a los requerimientos de cada animal. Es imprescindible para mantener la vida, permitir su reproducción, asegurar el crecimiento, preservar una buena salud para desarrollar todo tipo de actividades.

Normalmente la totalidad de los alimentos ingeridos por el animal, son reducidos a partículas más pequeñas por su aparato digestivo. La finalidad es absorberlos e incorporarlos al torrente circulatorio y distribuirlos a otros órganos.

Cuando las necesidades alimenticias no son cubiertas satisfactoriamente y ocurren excesos o disminuciones de los nutrientes aportados, aparecen consecuencias desfavorables en la salud. Los desequilibrios acaecidos por errores en la nutrición se presentan encuadrados en cinco grandes grupos: calidad, cantidad, cambios bruscos, forma de administrar los alimentos y características individuales de cada animal, que controlándolos y corrigiéndolos de antemano, se evitarán inconvenientes.

Los desaciertos en la alimentación pueden ser el origen de una larga lista de alteraciones o enfermedades que se localizan en diferentes tejidos u órganos con pronósticos variables. Las consecuencias en el organismo son amplias:

Deben evitarse los cambios repentinos de alimentos para que el aparato digestivo se adapte paulatinamente al nuevo componente y posibilite la llegada de un elemento digerido al intestino grueso. Además, un exceso en la cantidad de alimentos administrados o no repartir la ración en varias tomas al día, ocasionan la llegada de grandes cantidades de comida al tubo digestivo, generando una sobrecarga nutricional con aumento de nocivas fermentaciones microbianas, gas y toxinas.